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1933. Por la puerta entreabierta de su habitación, Clara Campoamor escucha el traqueteo incesante de la máquina de coser en el pequeño s...

Wednesday, May 1, 2019

Hildegart



1933. Aurora Rodríguez se sienta en el banquillo de los acusados. Va toda vestida de negro. Lo hice porque era dueña de su ser –dice para sus adentros-, y lo volvería a repetir. Yo la creé y sólo yo tenía poder para quitarle la vida –se repite. Mira su tripa, la que hace diecinueve años diera a luz a ese ser extraordinario que creó.
Yo tenía una muñeca cuando era niña. Era una muñeca grande, a la que peinaba y vestía todos los días. Me la regaló mi madre, se la había traído su padre de Cuba. Y nunca me separé de ella. la tuve hasta que fui mayor, incluso cuando era adolescente la llevaba siempre conmigo. Hasta que un día mi padre dijo que ya estaba bien de niñerías, y me la arrancó de los brazos… (...)



Elena Osorio

En la habitación 322 Elena Osorio escucha un zumbido primero a lo lejos, luego más cerca. Debe de ser el móvil –se dice esperanzada. Cuando Elena Osorio recupera la conciencia se levanta de un salto, desprendiéndose de las sábanas. Busca con precipitación por aquí y por allá. Entre los montones de ropa. El sonido cesa. Puede que en algún lugar haya alguien con su misma sangre. La hermana que nunca tuvo. Entra en el baño. Sobre el mueble del lavabo está su neceser con un pintalabios y un rímel ya gastado. La luz proyecta sombras sobre la pared del cuarto. La memoria es eso –piensa- tan solo un montón de sombras que recreamos a nuestro antojo. Gilda se quita el guante con verdadera maestría. (...)



Nuria Revenga

Dónde estará la maldita crema anticelulítica. Hace ya unos meses que se ha visto piel de naranja. Fue un día en que tuvo tiempo para mirarse al espejo después de la ducha. Un día en que los niños se habían marchado con Paco a ver a su madre, la abuela Carmina. Esa misma noche habían invitado a unos amigos a casa a tomar una copa, así que con la excusa de preparar unos canapés se quedó sola. Hace ya mucho tiempo que no se digna –en expresión de Paco- a ir a ver a la abuela Carmina, que en su opinión es una me-to-men-to-do. Ese día observó su cuerpo, todavía joven, frente al espejo. Los pechos ya tienen alguna pequeña estría –pensó-, normal, con tres embarazos. El vientre está más abultado que antes del primer parto. Pero nunca había tenido un gramo de celulitis. (...)




Constancia de la Mora

Constancia de la Mora Maura se vistió de blanco aquella mañana para casarse en el ayuntamiento de Alcalá de Henares. Tan sólo llevaba un sencillo traje de chaqueta entallado y una pamela de ala ancha que resaltaba sus ojos oscuros, su melenita corta. Cuando llegaron al juzgado, Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí ya estaban esperándoles. Serían sus testigos. Los cuatro amigos se sentaron frente al estrado de la sala del Ayuntamiento donde un funcionario de la República oficiaría la boda.


Beatriz Moyano


La jueza Beatriz Moyano se asomó como todas las mañanas por los grandes ventanales de los juzgados de la Plaza de Castilla. Llevaba ya un rato esperando cuando le pareció ver la silueta desaliñada de aquel hombre encorvado cruzando hacia la cafetería de enfrente. El hombre se metió dentro y desapareció. 

Beatriz Moyano se quedó por unos segundos contemplando sus huellas sobre el suelo húmedo de la calle recién regada. Tal vez sea él –se dijo-, y estés perdiendo otra vez tu oportunidad de ser mujer.
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Irene Valcázar

(Fragmentos del diario de Irene Valcázar, “encontrado” por Ana Villasante en la habitación de Alejandro Montejano).

En el hospital las paredes son grises. Las luces son blancas. Las losetas del suelo son de mármol blanco y gris. El mundo se percibe en blanco y negro y su gama de tonalidades. Esta mañana me miré al espejo y sentí cómo las cuencas de mis pechos se habían vaciado. Me asomé al oscuro pozo negro que había dejado el olvido de su carne y me eché a temblar. Alejandro dice que los primeros días de la quimio son los peores. (...)

Margarita Nelken

1960. Margarita Nelken siente desde hace días un dolor en el pecho izquierdo. El dolor de su hijo Santiago muerto durante la segunda guerra mundial. El dolor en el pecho se le repite en cada regla. En cada ovulación. Los médicos dicen que no tiene nada, que tan sólo es psicológico. Mastitis, dicen, el sufrimiento de los hijos que mamaron se reproduce en el órgano. En Ciudad de México hace ya años que la luz le resulta triste. (...)

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